domingo, 21 de agosto de 2016

05/07/2016

No me cuesta ningún trabajo recordarlo, un solo gesto. Entre el y yo había una molestia indefinida. Hubo instantes de pánico en los que estaba perpleja y humillada, porque había sentido ante el amor, una gratitud desolada, y me decepcionaba.
Y luego comprendía que había llegado el momento inevitable del amor más puro y más sereno. La parte física, entonces, es el cumplimiento de un instinto en donde no puede entrar la generosidad. Al principio supera lo emocional y hasta colabora con la tarea de restarle importancia.
Y si los pensamientos volvían, los rechazaba, los daba vuelta en mi cabeza, sin lograr comprender por qué una normal aventura de muchacho provocaba tanto espanto, tanta ira.
Estabas destinado a perfeccionar la obra, a darle el toque final para después retirarte intacto. Y entonces entendí que me habías permitido cerrar un ciclo para poder superar, y en algún punto de ese resentimiento eterno, te lo agradecí.